Sin pan y sin abrigo
caminando siempre en solitario,
al sol y al viento
sus lágrimas va dejando.
Cual espectro invisible
deambula entre las gentes,
entre seres insensibles
que no advierten que se muere.
Ni una mano se extiende,
ningún corazón se estremece,
no hay quien pregunte
si sus pies descalzos duelen
ni quien en su soledad le consuele.
Mas aun en las tinieblas y en el valle
anhela ver la luz de la siguiente aurora,
oxigenar su alma cansada
para recorrer las ásperas calles...
Se da cuenta y entiende
que, aun con todo, llegará el gran mañana.